La se orita Adela, protagonista de Toda una vida, pareciera arrastrar consigo la maldici n ancestral de una suerte marcada por la frustraci n. Las ilusiones, los sue os y el af n de grandeza de la modernidad, marcan el derrotero de esta mujer que se afana en alcanzar un destino que le es escamoteado, porque todos sus pasos no son sino pasos en falso en el terreno escurridizo del amor.