Dos viajes a La Habana, dos romances y una estrella del ajedrez Un g lido jueves de enero de 2008, en un hospital de Reikiavik, el doctor Stoltz colocaba un alfil en la mano vencida de Bobby Fischer, quien fuera el mejor ajedrecista del mundo, para que, al apretar en ella la pieza, las venas de su brazo se hincharan y as poder inyectarle una dosis compasiva de morfina. Aunque, en realidad, esta narraci n arranca m s...