Catalina subi? ?gilmente hasta el coro donde se sol?an reunir quince j?venes novicias en la oscuridad del recinto. A la d?bil luz parpadeante de dos cirios que crepitaban a ambos lados del altar, la joven atisb? a su amiga Susana. Quincea?era, como ella, Susana llevaba ocho a?os encerrada en aquel presidio del que no ten?an esperanza alguna de salir. Su vida entera transcurrir?a exclusivamente al servicio de Dios.
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