Cada vez que agachamos la cabeza, nos sometemos o accedemos a peticiones irracionales, le damos un duro golpe a la autoestima: nos flagelamos. Y aunque salgamos bien librados por el momento, logrando disminuir la adrenalina y la incomodidad que genera la ansiedad, nos queda el sinsabor de la derrota. Qui n no se ha mirado alguna vez al espejo tratando de perdonarse la sumisi n o no haber dicho lo que en verdad pensaba? Qui n...