Entrar al corredorcito y llenarse de sus figuras fant sticas, m ticas, de sus sue os. Entrar y tener a los otros, a esos otros en los que alg n d a nos convertiremos -los adultos- como figuras ajenas, silenciosas, pero siempre presentes. Entrar y sumergirse en el espacio habitado por los antepasados, por los silencios y los secretos que -sepamos o no, queramos o no- a lo largo de la vida, sin que seamos conscientes de ellos, nos llevar n a buscar,...