El hogar es el santuario dom stico; su ara es el fog n; su sacerdotisa y guardi n natural, la mujer. Ella, s lo ella, sabe inventar esas cosas exquisitas, que hacen de la mesa un encanto, y que dictaron a Brant me el consejo dado a la princesa, que le preguntaba c mo har a para sujetar a su esposo al lado suyo: -Asidlo por la boca. Yo, ay nunca pens en tama a verdad. Avida de otras regiones, arroj me a los libros, y viv en Homero, en Plutarco,...